La Guerra en Tagterra ya se había
alargado por cuatro años. La supervivencia humana estaba en manos de
Maximilian, un elementor caballero oscuro que había logrado implementar una
forma de aprendizaje para que los humanos también pudieran desarrollar los poderes
de los elementors y así poder formar un ejercito para lograr impedir las
ambiciones de Gustaf, un elementor cuyas habilidades únicas lo convertían en un
ser poderoso, ya que este, podía controlar las 6 energías que Tagterra puede
susurrarle a los elementors. Esto era extraño, ya que los elementors solamente
podían escuchar los susurros de máximo dos de estos para desarrollar sus
poderes.
Maximilian había pasado su vida
investigando el origen de los susurros de Tagterra, ya que creyendo que Gustav
había aprendido a escucharlos todos y no simplemente había nacido con la
habilidad de escucharlos, como es normal en los elementors; creyó que le podría
enseñar a los humanos a escucharlos. Esto resultó en la creación de la
resistencia humana/elementor, comandada por Maximilian.
Gustaf no quería gobernar, lo que
él quería era la erradicación humana, ya que los veía como seres inferiores y a
los elementors como la evolución de estos. Eso sí, el aprovechaba el que podía
escuchar los 6 susurros para poder hacerse de un ejercito de seguidores, cuyos
primeros en unirse no fueron otros elementors, no, los primeros en unirse
fueron los dragones, seres marginados por la humanidad ya que le temen a su
tamaño, fuerza y aliento de fuego, ya que este no era un fuego normal, el fuego
de dragón tomaba un color azul y podía mantenerse encendido por días e incluso
por semanas. Después llegaron otros elementors a unirse a Gustaf, temerosos a
su poder y a la rapidez que estaba logrando expandirse, lo cual estalló en una
guerra contra los elementors que rechazaban su filosofía y los que la apoyaban.
Y así habían pasado cuatro años,
en los cuales humanos y elementors iban muriendo, pero ahora una esperanza se
alza ya que el ejército de Maximilian estaba listo para un ultimo ataque, el
cual, si funcionaba, significaría la victoria sobre Gustaf, pero si fallaba,
Gustaf habría ganado.
La oscuridad de la noche les daba
una ventaja, la idea principal era matar a Gustaf; con su muerte llegaría el
final de la guerra, ya que los dragones no le obedecerían a nadie más y ningún
elementor se quedaría para terminar su labor, por miedo o por rendirse al bando
ganador.
Las tierras estaban desiertas alrededor de Migtang, el lugar donde Gustaf tenía
su cuartel general, una zona con kilómetros de desierto; en medio de este
desierto estaba la torre del infinito, una construcción que se elevaba llegando
hasta unas nubes oscuras que ocultaban la cima, desde donde Gustaf,
supuestamente, veía todo, esto se suponía porque no importaba si eran pocos o
muchos, o incluso, uno solamente, Gustaf los veía venir y enviaba a algunos de
sus dragones a ese punto exacto.
Un ataque masivo comenzó desde
varios francos de la torre, el ejército de Maximilian había logrado acercarse
lo suficiente para que no fueran erradicados en las fronteras de Migtang.
Dragones volaban iluminando el oscuro cielo con sus llamas color azul mientras
los humanos atacaban con cañones, rifles, misiles y ametralladoras, obvio las
armas humanas no eran tan poderosas como para derribar a un dragón, pero estos
ataques eran diferentes, ya que iban mezclados con los poderes de los susurros
de Tagterra, lo cual creaba destellos de color azul, rojo, blanco, dorado,
purpura y verde; algunos dragones caían, pero también partes del ejército de
Maximilian. Mientras esto ocurría un hombre miraba a través de un cristal que
le proyectaba lo que sucedía en la batalla.
- No tenemos ni idea de como se
acercaron tanto a la torre mi lord – Decía una voz nerviosa ubicada a la
derecha de este hombre.
-Puede que sea un poder de
camuflaje muy avanzado que puede confundir nuestros sensores – decía otra voz,
un poco más segura, ubicada esta vez a la izquierda de este hombre.
- Yo creo que hay un infiltrado –
voltearon a mirar los otros dos hombres a una mujer que llevaba una túnica
larga color blanco, con adornos negros y dorados en las mangas de estas, un
escote que salía de una pechera metálica oscura con dorado e incrustaciones de
rubíes plateados, un cabello largo y plateado en el que llevaba una corona
dorada con seis puntas adornada con seis rubíes de diferentes colores cada uno
y unos ojos de color azul intenso.
Los dos hombres se quedaron
boquiabiertos sin pronunciar palabra alguna, volvieron a mirar al hombre que
mantenía su mirada en el cristal que seguía proyectando la batalla.
- ¿No dirás nada cariño? –
insistió la mujer – ¿O esperas que este par de incompetentes den con la
respuesta que detendrá esta batalla y te convertirá en emperador?
El hombre levanto la mirada del
cristal y volteo a mirar a la mujer y, haciendo que los otros dos se apartaran
atemorizados de su camino, se acerco a ella saliendo a la tenue luz que
revelaba su rostro. Un hombre alto, que tenia una armadura azul oscuro con
espinas dorados en cada división de esta, una capa que le llegaba hasta las
rodillas de color blanco, una cara delgada con cabello color negro, liso y
peinado hacia atrás; y unos ojos color rojo brillante que parecían penetrar en
el alma de a quien miraba. Se iba acercando a la mujer hasta quedar frente a
frente mirándola a sus ojos.
- No deberías estar levantada
Dulcinea – decía este hombre con una voz imponente y gruesa, pero que reflejaba
amabilidad.
- ¿Descansar? – le reprochó
Dulcinea - ¿Cómo se puede dormir, si quiera descansar, con ese alboroto afuera?
Además – continuo Dulcinea con tono enojado – Todo esto lo logramos juntos,
entonces deberíamos estar juntos siempre.
-No vez que me preocupo por…
Un estruendo que abrió la puerta
del lugar interrumpió al hombre; este miro al suelo en donde estaba un cuerpo
con el que abrieron la puerta y levantó la mirada.
- Hasta que llegaste – decía el
hombre mientras dejaba ver una sonrisa – ¡Maximilian!
Un hombre con una Armadura color
negro que le cubría todo el cuerpo un casco negro como la armadura que
solamente dejaba ver unos hoyos por los que se veían unos ojos verdes y una capa
rojo oscuro, gastada y con rotos; se encontraba en la puerta en medio de otros
dos guerreros, uno con una armadura igual a la de Maximilian pero de color azul
claro y con una capa blanca, y otra con una armadura roja y capa blanca, pero
la armadura de esta ultima se formaba una silueta mas femenina.
– Justamente te estaba buscando
Maximilian.
- No quería perderme la batalla –
respondía el caballero de armadura negra – Pero ellos están dando su vida para
que yo me encargue de una alimaña como tú Gustaf -.
- ¿Alimaña? – Respondía Gustaf
dejando salir una carcajada – Eso no decías cuando éramos compañeros, cuando
luchábamos hombro a hombro… – Hizo una pausa mientras Maximilian apretaba sus
espadas con ira – cuando me decías “amigo”.
Maximilian estalló con un grito
de ira y se abalanzo contra Gustaf quien permanecía inmóvil.
– ¡Maximilian! – gritó la caballera de armadura roja mientras que su compañero
empuñaba un hacha y un escudo.
Maximilan iba con fuerza y su
espada empezó a emitir un brillo carmesí
– ¡Invo-wal! – gritó Dulcinea y
de inmediato Maximilian salió despedido como si hubiera chocado contra una
pared invisible, Gustaf miro a Dulcinea como si le estuviera agradeciendo a ésta
y le dejo ver una sonrisa.
Uno de los hombres se colocó
entre Gustaf y Maximilian.
– ¡Angol-Gravi!
Maximilian sintió como si una fuerza
lo empujara hacia el suelo.
– ¡Maxi-For! – Gritó el otro
hombre que permanecía atrás de Gustaf.
– Ahora sí, es mi turno.
Gustaf se abalanzó contra
Maximilian levantando su mano como si empuñara un arma y atacó; resonó un
choque metálico y se materializó el arma que tenia Gustav por unos segundos,
pero no dio en Maximilian ya que, el Caballero de armadura azul, había
protegido a Maximilian con su escudo; rápidamente, la caballera de armadura
roja se unió a sus compañeros y Maximilian se puso de pie volviendo a empuñar
las espadas.
- ¿Te encuentras bien Anrak? –
preguntaba Maximilian al caballero de armadura azul que sostenía el escudo con
dificultad.
- ¿Bromeas? – respondía este
moviendo el hombro – Eso fue solamente un pequeño rasguño.
- No es tiempo de bromear – decía la caballera de armadura roja – Estando bajo
los efectos del maxi-for pudo haber destruido tu brazo
- Pero mi escudo es muy poderoso
- Creí que habían venido a pelear
– decía Gustaf – Esta vez acabare contigo Maximilian
- El no está sólo al igual que tú
Maximilian se abalanzó una vez
más contra Gustaf, pero esta vez sus compañeros iban con él.
- Invo…
Dulcinea no alcanzó a terminar su
magia ya que Anrak la atacó con el hacha, pero esta solamente le alcanzó a
cortar unos pocos cabellos.
Gustaf estaba de pie esperando a
Maximilian cuando sintió que se le iban las fuerzas; tras bloquear los ataques
de Maximilian con dos espadas que aparecieron repentinamente por unos segundos,
miró por el rabillo del ojo y vio a el hombre que lanzo el maxi-for con la cara
magullada por un golpe propinado por la caballera roja; esta comenzó a propinar
varios golpes rodeados de luces rojas que propinaba por todo el cuerpo de esté
hasta que sonó una gran explosión y el hombre salió expulsado hasta atravesar
el cristal, por el que Gustaf miraba la batalla, y chocó de forma estrepitosa
contra la pared y cayó como una marioneta al que le cortaron los hilos.
- ¡Bien hecho Claire! – gritó
Anrak.
Claire se masajeaba las muñecas
mirando al hombre que quedaba; este notó los ojos cafés claro que le clavaban
una mirada amenazante.
- ¡Invo-Meteora! – gritó el
hombre nervioso
- ¡No! – Gritaron,
sorprendentemente, Maximilian y Gustaf.
De repente se comenzaron a
escuchar unas explosiones que hacían temblar el lugar, como si grandes rocas
golpearan contra la torre. Gustaf y Maximilian se apartaron y trataban de
mantenerse de pie ya que el lugar temblaba como si la torre fuera a llegar a
caerse
- ¡Dulcinea! – Gritó Gustaf y ésta,
como si le hubiera enviado un mensaje a la mente asintió
- ¡Teleport! – Dijo Dulcinea y
desapareció frente a los ojos de Anrak
- Nuestra pelea tendrá que
esperar Maximilian – Decía Gustaf mientras bajaba un poco la guardia
- ¡No! – Maximilian se abalanzaba una vez más contra Gustaf y este lo detuvo
levantando la palma de la mano derecha; Maximilian apretaba los dientes – Es
ahora o nunca – Sus espadas, que parecían estar retenidas por un muro
invisible, comenzaron a emitir un brillo carmesí – ¡Blosuar! – Del brillo
carmesí salió una ráfaga purpura y, como si de unas cuchillas se tratara,
llegaron hasta Gustaf propinándole varias cortadas por toda la armadura
- ¿Cómo te atreves a tratar de
herirme?
El muro invisible apareció
mostrando una puerta doble de color negro, en donde se unían estas habían unos
colmillos como fauces.
- ¡Summis-Dragon!
Las fauces se abrieron y de la
puerta salía una lagartija gigante con alas y con escamas como armaduras ¡era
un dragón!
- Justo lo que no quería – Decía
Anrak - que invocara un dragón.
Los tres caballeros, Claire,
Anrak y Maximilan, se apartaron para volver a estar juntos.
- Primero unos meteoros y ahora
esto – Decia Maximilian
- Los meteoros no son la
preocupación – Le decía Claire mientras señalaba al hombre que había invocado
esa magia.
El sujeto se encontraba de pie
con las manos levantadas, pero sus ojos estaban de color blanco y expulsaba
baba por la boca y sangre por la nariz.
- El maldito lo hizo sin medir su
mana y está muerto
- ¿Entonces por qué no dejan de
caer? – preguntaba Anrak
- Al no medir sus limites creo
que dejó abierto los susurros – respondía Maximilian – Es un milagro que aun
tenga un cuerpo físico.
El Dragón los ataco con llamas
color azul que llenó el lado de la habitación donde se habían reunido. Gustaf
dejó ver una sonrisa de victoria cuando, de repente, el suelo bajo todos ellos
se desplomó haciendo que todos cayeran al vacío.
Maximilian abría los ojos, su
visión estaba borrosa y sentía como le sangraba la cabeza; trató de volver en
sí lo más rápido posible “Gustaf no pudo haber escapado, no quiero que se me
escape otra vez” pensaba el abrumado Maximilian mientras usaba una de sus
espadas como muleta. Su vista se acomodaba y dejaba de estar borrosa, todo a su
alrededor eran escombros, parecía un milagro que hubiera sobrevivido a eso “Claire,
Anrak ¿estarán vivos?” volvía a pensar Maximilian mientras miraba alrededor
buscándolos.
- ¡SE TERMINA TU JUEGO!
Maximilian escuchó un estruendo
justo detrás de él y volteo a mirar y ahí estaban, Gustaf, con parte de su
armadura hecha añicos usando una espada que parecía transparente con la que se
abalanzaba para atacar a Maximilian; pero, entre Gustaf y Maximilian, estaba
Anrak, que había recibido el ataque de Gustaf para evitar que llegara a
Maximilian, el otro lado de la espada pasaba a través del cuerpo de Anrak y
goteaba sangre a unos pocos centímetros de Maximilian
- ¿Esté de dónde salió? – decía
Gustaf mientras trataba de sacar la espada del cuerpo de Anrak, pero éste la
sostuvo con sus dos manos para que no pudiera sacarla.
Maximilian, usando lo último que
le quedaba de fuerza, se apresuro para atacar a Gustaf, él soltó la espada y
rápidamente apuntó sus manos hacia Maximilian haciendo que se escuchará una
explosión de color purpura, roja y azul.
Claire, que se sostenía el brazo
derecho sangrando, en dónde tenia la armadura destruida, y se encontraba sin
casco y sangraba por la frente; vio como el casco negro de Maximilian caía a
sus pies y destrozaba al tocar el suelo cómo si estuviera hecho de Cristal.
- ¡Maximilian!
Levantó la mirada hacia donde,
tres cuerpos, se desplomaban en el suelo; corrió lo más rápido que pudo entre
los escombros del lugar hasta llegar en donde estaban Maximilian, Anrak y,
frente a estos, el cuerpo mal cortado del hombro izquierdo a la barriga de
Gustaf, que se hallaba sin vida en un charco de su propia sangre.
- ¡Maximilian!
Este se encontraba con su cabello
negro mezclado con sangre que también cubría el lado izquierdo de su rostro;
junto a Maximilian, se encontraba el cuerpo sin vida de Anrak, este tenía el casco
roto de tal forma que dejaba ver una sonrisa de satisfacción y unos mechones de
cabello rubio.
Claire sollozó al ver a sus
amigos es ese estado y se tapó el rostro con su mano izquierda y unas lágrimas
cayeron de sus mejillas. De repente, Maximilian, tosió un poco de sangre y
trató en ponerse de lado; Claire, al ver esto, se apresuró a ayudarlo.
- ¿Qué tal… si mejor me ayudas… a
ponerme de pie? – Dijo Maximilian con debilidad.
Clare lo ayudo a ponerse de pie
apoyando el brazo izquierdo de Maximilian en ella
- Anrak – Decía Maximilian con
tono triste en la voz – Iba a ser padre ¿Sabias?
Un silencio sepulcral se apoderó
del lugar y Claire dejó caer más lagrimas de sus ojos.
- Yo no quería que viniera –
continuo Maximilian – pero me convenció diciendo “necesitas de Claire y de mí
para acabar a Gustaf ¿no querrás llevarte toda la gloria? – tras decir esto,
unas lagrimas corrían por la mejilla derecha de Maximilian y el silencio se
apoderó del lugar una vez más.
Tras unos minutos de silencio, Claire,
levanto la mirada hacía donde parecía que se acercaban vehículos, es obvio,
tras morir Gustaf los dragones habían desaparecido. Maximilian estaba por
levantar la mano izquierda para indicar donde estaban cuando se detuvo al
escuchar el lloriqueo de un bebé; miró en la dirección de la que venia el
sonido y dejó que Claire lo apoyara contra una pared que parecía firme para que
ella fuera a ver de qué eran esos lloriqueos. Claire se apresuró una vez más
entre los escombros cuando la encontró, era Dulcinea que tenía una barra de
hierro que le atravesaba el pecho y en sus brazos, unas mantas que envolvían a
un bebé que estaba llorando. Dulcinea, que se encontraba temblando y botando
sangre por la boca, estiro las mantas que envolvían a un bebé hacia Claire y
con su último aliento y sollozando, dijo:
- Por favor… cui… cuídala… es su
hija… pero… pero no merece el… el mismo… des… destino que… su padre.
Claire se acercó para recibir al
bebé y, Dulcinea, al ver al bebé en los brazos de Claire sonrió y se dejó caer.