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martes, 30 de junio de 2020

Elementors: La Guerra De La Extinción


La Guerra en Tagterra ya se había alargado por cuatro años. La supervivencia humana estaba en manos de Maximilian, un elementor caballero oscuro que había logrado implementar una forma de aprendizaje para que los humanos también pudieran desarrollar los poderes de los elementors y así poder formar un ejercito para lograr impedir las ambiciones de Gustaf, un elementor cuyas habilidades únicas lo convertían en un ser poderoso, ya que este, podía controlar las 6 energías que Tagterra puede susurrarle a los elementors. Esto era extraño, ya que los elementors solamente podían escuchar los susurros de máximo dos de estos para desarrollar sus poderes.

Maximilian había pasado su vida investigando el origen de los susurros de Tagterra, ya que creyendo que Gustav había aprendido a escucharlos todos y no simplemente había nacido con la habilidad de escucharlos, como es normal en los elementors; creyó que le podría enseñar a los humanos a escucharlos. Esto resultó en la creación de la resistencia humana/elementor, comandada por Maximilian.

Gustaf no quería gobernar, lo que él quería era la erradicación humana, ya que los veía como seres inferiores y a los elementors como la evolución de estos. Eso sí, el aprovechaba el que podía escuchar los 6 susurros para poder hacerse de un ejercito de seguidores, cuyos primeros en unirse no fueron otros elementors, no, los primeros en unirse fueron los dragones, seres marginados por la humanidad ya que le temen a su tamaño, fuerza y aliento de fuego, ya que este no era un fuego normal, el fuego de dragón tomaba un color azul y podía mantenerse encendido por días e incluso por semanas. Después llegaron otros elementors a unirse a Gustaf, temerosos a su poder y a la rapidez que estaba logrando expandirse, lo cual estalló en una guerra contra los elementors que rechazaban su filosofía y los que la apoyaban.

Y así habían pasado cuatro años, en los cuales humanos y elementors iban muriendo, pero ahora una esperanza se alza ya que el ejército de Maximilian estaba listo para un ultimo ataque, el cual, si funcionaba, significaría la victoria sobre Gustaf, pero si fallaba, Gustaf habría ganado.

La oscuridad de la noche les daba una ventaja, la idea principal era matar a Gustaf; con su muerte llegaría el final de la guerra, ya que los dragones no le obedecerían a nadie más y ningún elementor se quedaría para terminar su labor, por miedo o por rendirse al bando ganador.
Las tierras estaban desiertas alrededor de Migtang, el lugar donde Gustaf tenía su cuartel general, una zona con kilómetros de desierto; en medio de este desierto estaba la torre del infinito, una construcción que se elevaba llegando hasta unas nubes oscuras que ocultaban la cima, desde donde Gustaf, supuestamente, veía todo, esto se suponía porque no importaba si eran pocos o muchos, o incluso, uno solamente, Gustaf los veía venir y enviaba a algunos de sus dragones a ese punto exacto.

Un ataque masivo comenzó desde varios francos de la torre, el ejército de Maximilian había logrado acercarse lo suficiente para que no fueran erradicados en las fronteras de Migtang. Dragones volaban iluminando el oscuro cielo con sus llamas color azul mientras los humanos atacaban con cañones, rifles, misiles y ametralladoras, obvio las armas humanas no eran tan poderosas como para derribar a un dragón, pero estos ataques eran diferentes, ya que iban mezclados con los poderes de los susurros de Tagterra, lo cual creaba destellos de color azul, rojo, blanco, dorado, purpura y verde; algunos dragones caían, pero también partes del ejército de Maximilian. Mientras esto ocurría un hombre miraba a través de un cristal que le proyectaba lo que sucedía en la batalla.

- No tenemos ni idea de como se acercaron tanto a la torre mi lord – Decía una voz nerviosa ubicada a la derecha de este hombre.

-Puede que sea un poder de camuflaje muy avanzado que puede confundir nuestros sensores – decía otra voz, un poco más segura, ubicada esta vez a la izquierda de este hombre.

- Yo creo que hay un infiltrado – voltearon a mirar los otros dos hombres a una mujer que llevaba una túnica larga color blanco, con adornos negros y dorados en las mangas de estas, un escote que salía de una pechera metálica oscura con dorado e incrustaciones de rubíes plateados, un cabello largo y plateado en el que llevaba una corona dorada con seis puntas adornada con seis rubíes de diferentes colores cada uno y unos ojos de color azul intenso.

Los dos hombres se quedaron boquiabiertos sin pronunciar palabra alguna, volvieron a mirar al hombre que mantenía su mirada en el cristal que seguía proyectando la batalla.

- ¿No dirás nada cariño? – insistió la mujer – ¿O esperas que este par de incompetentes den con la respuesta que detendrá esta batalla y te convertirá en emperador?

El hombre levanto la mirada del cristal y volteo a mirar a la mujer y, haciendo que los otros dos se apartaran atemorizados de su camino, se acerco a ella saliendo a la tenue luz que revelaba su rostro. Un hombre alto, que tenia una armadura azul oscuro con espinas dorados en cada división de esta, una capa que le llegaba hasta las rodillas de color blanco, una cara delgada con cabello color negro, liso y peinado hacia atrás; y unos ojos color rojo brillante que parecían penetrar en el alma de a quien miraba. Se iba acercando a la mujer hasta quedar frente a frente mirándola a sus ojos.

- No deberías estar levantada Dulcinea – decía este hombre con una voz imponente y gruesa, pero que reflejaba amabilidad.

- ¿Descansar? – le reprochó Dulcinea - ¿Cómo se puede dormir, si quiera descansar, con ese alboroto afuera? Además – continuo Dulcinea con tono enojado – Todo esto lo logramos juntos, entonces deberíamos estar juntos siempre.

-No vez que me preocupo por…

Un estruendo que abrió la puerta del lugar interrumpió al hombre; este miro al suelo en donde estaba un cuerpo con el que abrieron la puerta y levantó la mirada.

- Hasta que llegaste – decía el hombre mientras dejaba ver una sonrisa – ¡Maximilian!

Un hombre con una Armadura color negro que le cubría todo el cuerpo un casco negro como la armadura que solamente dejaba ver unos hoyos por los que se veían unos ojos verdes y una capa rojo oscuro, gastada y con rotos; se encontraba en la puerta en medio de otros dos guerreros, uno con una armadura igual a la de Maximilian pero de color azul claro y con una capa blanca, y otra con una armadura roja y capa blanca, pero la armadura de esta ultima se formaba una silueta mas femenina.

– Justamente te estaba buscando Maximilian.

- No quería perderme la batalla – respondía el caballero de armadura negra – Pero ellos están dando su vida para que yo me encargue de una alimaña como tú Gustaf -.

- ¿Alimaña? – Respondía Gustaf dejando salir una carcajada – Eso no decías cuando éramos compañeros, cuando luchábamos hombro a hombro… – Hizo una pausa mientras Maximilian apretaba sus espadas con ira – cuando me decías “amigo”.

Maximilian estalló con un grito de ira y se abalanzo contra Gustaf quien permanecía inmóvil.
– ¡Maximilian! – gritó la caballera de armadura roja mientras que su compañero empuñaba un hacha y un escudo.

Maximilan iba con fuerza y su espada empezó a emitir un brillo carmesí

– ¡Invo-wal! – gritó Dulcinea y de inmediato Maximilian salió despedido como si hubiera chocado contra una pared invisible, Gustaf miro a Dulcinea como si le estuviera agradeciendo a ésta y le dejo ver una sonrisa.

Uno de los hombres se colocó entre Gustaf y Maximilian.

– ¡Angol-Gravi!

Maximilian sintió como si una fuerza lo empujara hacia el suelo.

– ¡Maxi-For! – Gritó el otro hombre que permanecía atrás de Gustaf.

– Ahora sí, es mi turno.

Gustaf se abalanzó contra Maximilian levantando su mano como si empuñara un arma y atacó; resonó un choque metálico y se materializó el arma que tenia Gustav por unos segundos, pero no dio en Maximilian ya que, el Caballero de armadura azul, había protegido a Maximilian con su escudo; rápidamente, la caballera de armadura roja se unió a sus compañeros y Maximilian se puso de pie volviendo a empuñar las espadas.

- ¿Te encuentras bien Anrak? – preguntaba Maximilian al caballero de armadura azul que sostenía el escudo con dificultad.

- ¿Bromeas? – respondía este moviendo el hombro – Eso fue solamente un pequeño rasguño.
- No es tiempo de bromear – decía la caballera de armadura roja – Estando bajo los efectos del maxi-for pudo haber destruido tu brazo

- Pero mi escudo es muy poderoso

- Creí que habían venido a pelear – decía Gustaf – Esta vez acabare contigo Maximilian

- El no está sólo al igual que tú

Maximilian se abalanzó una vez más contra Gustaf, pero esta vez sus compañeros iban con él.

- Invo…

Dulcinea no alcanzó a terminar su magia ya que Anrak la atacó con el hacha, pero esta solamente le alcanzó a cortar unos pocos cabellos.

Gustaf estaba de pie esperando a Maximilian cuando sintió que se le iban las fuerzas; tras bloquear los ataques de Maximilian con dos espadas que aparecieron repentinamente por unos segundos, miró por el rabillo del ojo y vio a el hombre que lanzo el maxi-for con la cara magullada por un golpe propinado por la caballera roja; esta comenzó a propinar varios golpes rodeados de luces rojas que propinaba por todo el cuerpo de esté hasta que sonó una gran explosión y el hombre salió expulsado hasta atravesar el cristal, por el que Gustaf miraba la batalla, y chocó de forma estrepitosa contra la pared y cayó como una marioneta al que le cortaron los hilos.

- ¡Bien hecho Claire! – gritó Anrak.

Claire se masajeaba las muñecas mirando al hombre que quedaba; este notó los ojos cafés claro que le clavaban una mirada amenazante.

- ¡Invo-Meteora! – gritó el hombre nervioso

- ¡No! – Gritaron, sorprendentemente, Maximilian y Gustaf.

De repente se comenzaron a escuchar unas explosiones que hacían temblar el lugar, como si grandes rocas golpearan contra la torre. Gustaf y Maximilian se apartaron y trataban de mantenerse de pie ya que el lugar temblaba como si la torre fuera a llegar a caerse

- ¡Dulcinea! – Gritó Gustaf y ésta, como si le hubiera enviado un mensaje a la mente asintió

- ¡Teleport! – Dijo Dulcinea y desapareció frente a los ojos de Anrak

- Nuestra pelea tendrá que esperar Maximilian – Decía Gustaf mientras bajaba un poco la guardia
- ¡No! – Maximilian se abalanzaba una vez más contra Gustaf y este lo detuvo levantando la palma de la mano derecha; Maximilian apretaba los dientes – Es ahora o nunca – Sus espadas, que parecían estar retenidas por un muro invisible, comenzaron a emitir un brillo carmesí – ¡Blosuar! – Del brillo carmesí salió una ráfaga purpura y, como si de unas cuchillas se tratara, llegaron hasta Gustaf propinándole varias cortadas por toda la armadura

- ¿Cómo te atreves a tratar de herirme?

El muro invisible apareció mostrando una puerta doble de color negro, en donde se unían estas habían unos colmillos como fauces.

- ¡Summis-Dragon!

Las fauces se abrieron y de la puerta salía una lagartija gigante con alas y con escamas como armaduras ¡era un dragón!

- Justo lo que no quería – Decía Anrak - que invocara un dragón.

Los tres caballeros, Claire, Anrak y Maximilan, se apartaron para volver a estar juntos.

- Primero unos meteoros y ahora esto – Decia Maximilian

- Los meteoros no son la preocupación – Le decía Claire mientras señalaba al hombre que había invocado esa magia.

El sujeto se encontraba de pie con las manos levantadas, pero sus ojos estaban de color blanco y expulsaba baba por la boca y sangre por la nariz.

- El maldito lo hizo sin medir su mana y está muerto

- ¿Entonces por qué no dejan de caer? – preguntaba Anrak

- Al no medir sus limites creo que dejó abierto los susurros – respondía Maximilian – Es un milagro que aun tenga un cuerpo físico.

El Dragón los ataco con llamas color azul que llenó el lado de la habitación donde se habían reunido. Gustaf dejó ver una sonrisa de victoria cuando, de repente, el suelo bajo todos ellos se desplomó haciendo que todos cayeran al vacío.

 

Maximilian abría los ojos, su visión estaba borrosa y sentía como le sangraba la cabeza; trató de volver en sí lo más rápido posible “Gustaf no pudo haber escapado, no quiero que se me escape otra vez” pensaba el abrumado Maximilian mientras usaba una de sus espadas como muleta. Su vista se acomodaba y dejaba de estar borrosa, todo a su alrededor eran escombros, parecía un milagro que hubiera sobrevivido a eso “Claire, Anrak ¿estarán vivos?” volvía a pensar Maximilian mientras miraba alrededor buscándolos.

- ¡SE TERMINA TU JUEGO!

Maximilian escuchó un estruendo justo detrás de él y volteo a mirar y ahí estaban, Gustaf, con parte de su armadura hecha añicos usando una espada que parecía transparente con la que se abalanzaba para atacar a Maximilian; pero, entre Gustaf y Maximilian, estaba Anrak, que había recibido el ataque de Gustaf para evitar que llegara a Maximilian, el otro lado de la espada pasaba a través del cuerpo de Anrak y goteaba sangre a unos pocos centímetros de Maximilian

- ¿Esté de dónde salió? – decía Gustaf mientras trataba de sacar la espada del cuerpo de Anrak, pero éste la sostuvo con sus dos manos para que no pudiera sacarla.

Maximilian, usando lo último que le quedaba de fuerza, se apresuro para atacar a Gustaf, él soltó la espada y rápidamente apuntó sus manos hacia Maximilian haciendo que se escuchará una explosión de color purpura, roja y azul.

Claire, que se sostenía el brazo derecho sangrando, en dónde tenia la armadura destruida, y se encontraba sin casco y sangraba por la frente; vio como el casco negro de Maximilian caía a sus pies y destrozaba al tocar el suelo cómo si estuviera hecho de Cristal.

- ¡Maximilian!

Levantó la mirada hacia donde, tres cuerpos, se desplomaban en el suelo; corrió lo más rápido que pudo entre los escombros del lugar hasta llegar en donde estaban Maximilian, Anrak y, frente a estos, el cuerpo mal cortado del hombro izquierdo a la barriga de Gustaf, que se hallaba sin vida en un charco de su propia sangre.

- ¡Maximilian!

Este se encontraba con su cabello negro mezclado con sangre que también cubría el lado izquierdo de su rostro; junto a Maximilian, se encontraba el cuerpo sin vida de Anrak, este tenía el casco roto de tal forma que dejaba ver una sonrisa de satisfacción y unos mechones de cabello rubio.

Claire sollozó al ver a sus amigos es ese estado y se tapó el rostro con su mano izquierda y unas lágrimas cayeron de sus mejillas. De repente, Maximilian, tosió un poco de sangre y trató en ponerse de lado; Claire, al ver esto, se apresuró a ayudarlo.

- ¿Qué tal… si mejor me ayudas… a ponerme de pie? – Dijo Maximilian con debilidad.

Clare lo ayudo a ponerse de pie apoyando el brazo izquierdo de Maximilian en ella

- Anrak – Decía Maximilian con tono triste en la voz – Iba a ser padre ¿Sabias?

Un silencio sepulcral se apoderó del lugar y Claire dejó caer más lagrimas de sus ojos.

- Yo no quería que viniera – continuo Maximilian – pero me convenció diciendo “necesitas de Claire y de mí para acabar a Gustaf ¿no querrás llevarte toda la gloria? – tras decir esto, unas lagrimas corrían por la mejilla derecha de Maximilian y el silencio se apoderó del lugar una vez más.

Tras unos minutos de silencio, Claire, levanto la mirada hacía donde parecía que se acercaban vehículos, es obvio, tras morir Gustaf los dragones habían desaparecido. Maximilian estaba por levantar la mano izquierda para indicar donde estaban cuando se detuvo al escuchar el lloriqueo de un bebé; miró en la dirección de la que venia el sonido y dejó que Claire lo apoyara contra una pared que parecía firme para que ella fuera a ver de qué eran esos lloriqueos. Claire se apresuró una vez más entre los escombros cuando la encontró, era Dulcinea que tenía una barra de hierro que le atravesaba el pecho y en sus brazos, unas mantas que envolvían a un bebé que estaba llorando. Dulcinea, que se encontraba temblando y botando sangre por la boca, estiro las mantas que envolvían a un bebé hacia Claire y con su último aliento y sollozando, dijo:

- Por favor… cui… cuídala… es su hija… pero… pero no merece el… el mismo… des… destino que… su padre.

Claire se acercó para recibir al bebé y, Dulcinea, al ver al bebé en los brazos de Claire sonrió y se dejó caer.

Claire, forzando su brazo derecho para quitar las mantas del rostro del bebé, vio un mechón un poco largo de cabello plateado que le rodeaba la cabeza, unos ojos color purpura brillante y unas mejillas sonrojadas le sonreían, el bebé dejó de llorar y Claire vio que en el cuello llevaba un colgante dorado con una medalla donde decía “Lunett Gafgarian”.