- Ya pueden levantar la vista – Dijo el hombre mientras
abría una puerta de madera que nos llevaba hacia afuera.
Primero salió el, asomó la cabeza y nos hizo una señal para
que lo siguiéramos; no estaba seguro de donde estábamos, pero sí noté que estábamos
lejos de la plaza central del pueblo, ya que los gritos desesperados de algunos
se escuchaban a lo lejos. El hombre nos guío por unos callejones hasta que
llegamos a unas rejas de una casa enorme, que digo casa, era una mansión; en las
rejas había dos iniciales doradas “HW”.
Pasamos un jardín inmenso y llegamos a la puerta de la mansión,
el encapuchado sacó unas llaves y abrió la puerta; al entrar nos pidió que lo siguiéramos.
El recibidor era inmenso, con pisos de mármol café y blanco,
unas escaleras gigantescas en el centro que llevan a la planta alta de la mansión,
y seis puertas, tres a cada lado, que seguramente conectaran con más
habitaciones.
De una de estas puertas salé un hombre de edad avanzada, pero
con buen porte, y junto a este una chica joven vestida como mucama.
- Por favor, lleven a la chica y al detective para que
escojan unas ropas – decía el encapuchado – tal vez que tomen un baño – el
hombre iba a subir las escaleras, pero se detuvo al pie de estas, volteo a
mirarnos y continuo – ¡ah! Y por favor, atiende las heridas del detective, por
favor, y cuando terminen tráiganlos a mi oficina, necesitamos hablar.
El hombre subió mientras el anciano y la mucama nos
indicaban que los siguiéramos, Elisa fue con la chica mientras que yo seguí al
que, yo supuse, era el mayordomo, hacia habitaciones diferentes, pero cada una
al lado de la otra atreves de las puertas a nuestra izquierda.
La habitación era gigante, con una cama doble, baño, un
ropero gigante y un escritorio. El mayordomo entró antes que yo y abrió el ropero,
sacó una toalla, entró al baño, escuche que abrió la llave del agua y salió, indicándome
que entrara.
- Mientras lava sus heridas iré por el botiquín y proseguiré
a la curación – dijo el mayordomo.
Solamente pude dar las gracias y entré al baño, escuché la
puerta cerrarse y entre a la bañera, el agua estaba tibia. Al sumergirme sentí
todo el ardor de las heridas, incluso en zonas de mi cuerpo que no había notado
que tenía heridas.
Pasaron unos minutos cuando entró el mayordomo con una caja como
de herramientas, pero al abrirla habían diferentes medicamentos, vendas e
incluso hilo y una aguja curvada; reconocí la aguja de mis épocas en la policía,
un disparo en mi vientre que casi me mata, esa herida también fue ocasionada por
mi “amigo”, creo que tengo que escoger mejor mis amistades.
Mientras el mayordomo cerraba mis heridas traté de iniciar
una conversación, pero el solamente me dijo que el señor de la casa respondería
todo, que el solamente esta para obedecer las ordenes del mismo.
- ¿Al menos puedo saber el nombre de nuestro salvador? –
pregunté mientras ocultaba el dolor por las heridas que estaba limpiando el mayordomo.
- A mi puede decirme Francis, y el señor de la casa es el
señor Howard Walterson.
Ese nombre no me suena para nada, pero por la propiedad podía
pensar que es un hombre realmente acaudalado, tal vez uno de los más ricos del
pueblo.
Tras curar mis heridas me pasó la toalla y me dijo que podía
escoger cualquier cosa del ropero para usar, seguido a esto el Mayor domo salió
del cuarto.
Encontré una camisa blanca, unos pantalones color caqui,
unos zapatos negros y una chaqueta negra de cuero, estas ropas me quedaban
perfectamente, pero también había notado que tenia sueño, traté de mirar algún reloj
en las paredes y noté tres cuadros diferentes, uno que parecía muy viejo y
además la mujer que salía en este también usaba ropa como de la edad media; el
otro cuadro era el de una familia de tres, un hombre de edad adulta, con una
mujer muy parecida a la del primer cuadro y una niña, en este cuadro usaban
ropas mas a esta época, y el ultimo era el de una chica joven, también parecida
a las otras dos mujeres, pero esta también usaba ropas de la época.
Mi concentración en los cuadros se vio interrumpida cuando
se abrió la puerta, era Elisa, ya estaba vestida usando un vestido de dos piezas
color negro y un buso negro. Al verme sonrió y corrió a mis brazos para que pudiéramos
abrazarnos. El abrazo se sintió como si hubiera durado horas, pero no quería
dejarla ir, y ella parecía que no quería irse de mi lado.
- Gracias por venir por mi – decía Elisa mientras dejaba
caer una lagrimas entre alegría y miedo.
Se apartó y nos miramos a los ojos por un momento; yo le
limpie las lagrimas con mi mano derecha y dejaba ver una sonrisa.
- El mayordomo me dijo que podíamos dormir, que el señor de
la casa se había quedado dormido y que era mucho mejor el hablar mañana con la
mente clara y descansada.
¿Mañana? Creo que Elisa quería decir más tarde, pero de
todas formas la idea de dormir me parecía lo mejor.
Nos acostamos, y mientras estábamos abrazados quedaba
dormido, no podía aguantar más el cansancio por este largo día.