domingo, 21 de febrero de 2021

Los Desaparecidos (Parte 13)


 

Tomé un poco de whisky, no creí que fuera a tomarlo, pero parece que Howard sabía que algo así pasaría.

- Mi padre construyó esta mansión en este pueblo porque es difícil de encontrar, nadie esta seguro en donde queda, pero él quería dejar de existir, desaparecer del público, pero obviamente tampoco quería dejar el pueblo como un nido de ratas mientras el vivía de lujos, así que también quería ayudar, pero sin ser alcalde ni teniendo un cargo alto, así que el alcalde le hablo de una posibilidad para el pueblo, un tipo estaría dispuesto a ayudar al pueblo, pero necesitaba dinero.
El sujeto ya había ayudado a otros pueblos, pero los pueblos tampoco estaban en el mapa, a mi padre le pareció sospechoso, pero en caso de que no funcionara retiraría los fondos y ya.
En ese momento llego un tipo encapotado con otros cinco.

- ¿Numero uno? – pregunté acercándome un poco a la orilla de la silla

- No, para nada, número uno llegó después, de hecho, número uno es solamente un delegado acá, ese tipo era Cero, o de esa forma se presentó.
Su idea era entrar en un culto que haría que las cosas en el pueblo mejoraran, el alcalde accedió, no así mi padre, pero el alcalde le rogo para que no retirará la financiación; al no quitarla, Cero, le dijo que el tendría un puesto privilegiado en el culto, mi padre le dijo que si no sentía un cambio tras cierto tiempo – Howard movió el vaso de whiskey un poco, aún que no tenia nada, pero lo miro pensativo un momento – creo que un mes o dos, no lo recuerdo; entonces retiraría la financiación, Cero accedió.
No había pasado ni dos semanas cuando el pueblo comenzó a prosperar, de tal forma de ser autosuficiente, en ese tiempo nací yo, número uno, que ya había llegado, quería convertirme en el primer hijo del culto, pero Cero no accedió, ya que yo no había sido concebido en el tiempo de que el culto llegó.
Nueve meses pasaron y en ese momento sí nació el primer hijo del culto, el hijo de numero uno con otra chica del pueblo.
Cero deja el pueblo en manos de número uno, en parte porque chocaban mucho por las diferentes ideas que debía tomar el culto en el pueblo.

- ¿Podríamos dejar de llamarlo “el culto” y llamarlo por el nombre? – pregunte un poco exaltado, Howard reaccionó con una risa; se levantó y fue a servirse más whisky.

- Bien detective, le llamaremos El Ojo, como debe ser – guardó la botella, tomó su vaso y se acercó a la ventana y continuo – El Ojo comenzó a ganar muchos fieles, era obvio que pasaría si se atribuían tales ganancias en el pueblo, mi padre nunca vio algo igual, no sabía de donde salían tantas cosas solamente por decidir convertir el pueblo a El Ojo.
Pasaron los años y número uno muere, el que toma su lugar es su hijo, que en ese momento tiene 27 años y quien aprueba tal decisión es Cero.

- Espera un momento – lo detengo, me levanto de mi silla, dejó mi vaso de whisky en el escritorio y me acerco a el – me esta diciendo que numero uno murió antes que número cero.

- No detective – Howard se da la vuelta y me mira con un poco de miedo en los ojos, miedo que trata de ocultar tomando un sorbo de whisky – No es “número cero” el es Cero, se considera un absoluto en el culto, y por alguna razón no muere, de hecho, según mi padre, cuando vino a asignar al nuevo número uno el hombre se veía igual.

- ¿Usted lo ha visto?

- ¡Claro! Es difícil de olvidar – Howard se acerca a su escritorio y, con la mano temblando, dejó el vaso a un lado y se sentó – Piel grisácea, delgado casi cadavérico, ojos color negro, penetrantes, como si pudieran ver dentro de tu alma; unos dientes limpios, blancos, una voz gruesa, manos huesudas con uñas gruesas, casi como garras y siempre anda con la túnica del cul… digo, de El Ojo; es un hombre que da miedo con su presencia.

- Entonces ahora la pregunta es ¿Por qué estoy aquí?

- Quiero que encuentre a los desaparecidos, pero en especial a una persona, a mi hija.

continuara...