domingo, 29 de noviembre de 2020

Los Desaparecidos (parte 5)


 

Mi corazón se comenzó a acelerar, este tipo, o bueno, estos tipos iban a matarme, pero no iba a permitir que terminaran con mi vida, tenía que salvar a Elisa.

Me encontraba esposado, sí, pero no derrotado, ya que el esposarse las manos, como yo lo hice, me las dejaba para poder pelear, es decir, las tenía en frente, no atrás que dificultaría una pelea.

Tenía que pensar mis posibilidades, así que me quedé mirando al sujeto… no tenía puesto el cinturón de seguridad, bueno, es normal en estos pueblitos, ya que no hay una medida para controlar es tipo de cosas; yo si lo tenía puesto, ya que en la ciudad pueden ponerte multas por no usarlo seas pasajero o conductor.

- Tuvo que ponerse el cinturón de seguridad.

El tipo me miró y, creo, fue la primera vez que mi miedo en sus ojos al observarme pese a que tuviera las gafas oscuras. Retiro una mano para buscar el cinturón de seguridad y, rápidamente, tomé el volante y lo giré hacía mí provocando que el automóvil se saliera de la vía y chocara contra un árbol a la orilla del camino.

Había quedado aturdido, pero tenía que reaccionar, ya que el otro tipo no tardará en verificar que sucedió. Mi vista estaba borrosa y mi cabeza daba vueltas, pero por el cinturón de seguridad me mantuve a salvo, no como el otro tipo, cuya cabeza había traspasado el parabrisas; ahora o nunca tenía que hacer algo, pero había escuchado un motor de camioneta, debía de ser el compañero de este tipo.

Me desabroché el cinturón de seguridad y comencé a requisar al que supongo era el cadáver de mi capturador ¿Qué tenia que buscar antes? ¿las llaves? No, podría desabrochar las esposas, pero si el otro sujeto llegaba me arremetería con su pistola… eso es, la pistola y fue fácil de encontrar, ahí estaba mi confiable Smith & Wesson .38, la tomé y la oculte entre mis piernas aparentando estar inconsciente, era lo mejor para que cuando el tipo se acercará asestarle un disparo certero y no fallar, teniendo en cuenta mi cabeza dando vueltas.

El otro sujetó se acercó, pero solamente podía escucharlo, ya que tenía mis ojos cerrados. Puede escucharle decir “pero que mierda sucedió” y sus pasos acercándose a su compañero muerto, después un sonido de celular y el hablando con alguien, al cual le dijo:

- Hubo un inconveniente… un choqué y parece que numero 36 está muerto… no, no he revisado al citadino… sí, ya lo reviso señor.

Escuché como forzó la puerta del pasajero para poder abrirla, y apenas sentí sus manos en mi cuello para revisar mi pulso, abrí mis ojos y le disparé dos veces, una dio en el pecho y el otro en el cuello, provocando que se le saliera un chorro de sangre, seguido se quedó mirándome, ya que se le habían caído las gafas oscuras, y puede ver como la vida se le escapaba.

Mi respiración se había acelerado, hacía mucho que no tenía que usar mi pistola para algo así. Cuando hubo un poco de silencio escuché un débil, pero entendible “¿hola?”; busqué de dónde venía y vi el celular en el suelo, tenía la pantalla un poco rota, pero aún funcionaba. Lo tomé y me lo acerqué al oído.

- ¿Hola? ¿hola? Numero 27 ¿qué fue ese ruido?

- Ese ruido – contesté con la respiración acelerada – fui yo, matando a el otro de sus matones antes de que se encargaran de mí.

- El citadino, no tiene ni idea en lo que se esta metiendo, y es mejor que se vaya y…

- ¿y qué? ¿Qué no comente nada de lo que me pasó acá? Están ocultando muchas cosas e incluso trataron de matarme ¿y ahora me pide que me vaya y dejé las cosas así?

Se escuchó una risa al otro lado del celular, parece que sí iban a matarme, no sé que habría pasado si me hubiera ido, parecería muerto unos días después, claro que en la ciudad si tratarían de saber que me pasó, o eso creo yo, ya que con pocos amigos y sin familia que me llore sería otro cuerpo más en los obituarios del periódico del domingo.

- Tiene razón detective, queríamos matarlo por estar metiendo las narices en nuestros asuntos, y sí, si se iba a la ciudad también trataríamos de matarlo para que no contara nada de este pueblo, realmente fue una sorpresa el que llegara aquí a buscar a los desaparecidos, la cosa es que el ojo todo lo ve y más temprano que tarde lo volveremos a encontrar.

La llamada terminó ahí ahora lo que yo quería era ir por Elisa, no tenía tiempo para enlazar las preguntas en mi cabeza.

Volví a requisar a el tipo del auto, numero 36 creo que le dijeron; tomé su pistola, las llaves y mi celular; después fui con el otro sujeto, de el también tomé la pistola, pero también tomé las llaves de la camioneta y me guardé su celular.

Me subí a la camioneta y arranqué de vuelta al pueblo.

Saqué mi celular y llamé a mi amigo en la policía, el contesto asustado y preocupado por mí, ya que ayer alguien había preguntado por mí diciendo que “algo malo” me había ocurrido en el camino al pueblo. Me molesté porque no se le había ocurrido llamarme, pero se me pasó un poco el enojó ya que necesitaba un favor de él, necesitaba que revisara un número de teléfono y me enviara lo más pronto posible todos los datos y registros de llamadas que se hicieron con él; no sé si fue la culpa, pero se puso a trabajar rápidamente en eso y me prometió tenerme los resultados en horas de la tarde.

Colgué sin más, no le iba a dar las gracias ya que en vez de buscarme le entregó todos mis datos de contacto a un extraño, que buenos amigos tengo.


Continuara...