domingo, 21 de marzo de 2021

Los Desaparecidos (Parte 16)


 

Al ocaso noté que llegaban tres camionetas, de la primera camioneta y de la tercera se bajaron ocho tipos con trajes negros, cuatro de cada camioneta; de la segunda se bajaron dos tipos más y uno de ellos fue a abrir la puerta; de esta se bajó un anciano con apariencia tétrica, parecía débil, pero daba pasos firmes como si su apariencia fuera una mentira y realmente fuera un joven con disfraz.

Me quedé mirando por un rato hasta que noté que el anciano encajaba en la descripción que me había dado Howard ¿será ese Cero? En caso de que lo fuera entonces no tenía tiempo que perder, teniendo en cuenta que Numero Uno estaba muerto y que yo era culpable, ese anciano, tendría que escoger a un nuevo número uno para evitar que su culto enfermizo se destruyera.

Mire la cantidad de munición en mi arma, coloqué el celular en silencio y baje de forma precavida para no ser visto.

Iba de árbol en árbol para acercarme de manera sigilosa, ninguno de los tipos que llegaron se quedaron afuera, incluso los que estaban habían entrado también; ya esperaba encontrarme con un lugar repleto de fanáticos como la noche pasada.

Al acercarme más noté que había un estante con varias túnicas, eran demasiadas, lo que pensé es que vendría más gente ¿podría ponerme una de estas y entrar como si nada pasara?

No tuve tiempo de pensar, ya que escuché otros vehículos acercarse, tenía que actuar ahora o nunca. Tomé una de las túnicas y de inmediato vi que tenían un numero en la parte interna “Los números con los que se nombran”, pensé, o sea que ya estaban asignados, pero por suerte en mis manos tenía una con el número 36, el tipo que mate la otra vez.

Me la puse y de inmediato llegaron tres carros y dos camionetas, de las cuales se bajaron varias personas, no tuve tiempo de identificarlas ya que no quería que vieran mi rostro y me reconocieran de la noche pasada.

- ¡Mira! Te dije que veníamos tarde, ya hay uno de nosotros aquí – dijo uno de los tipos con tono molesto

- Tú y tú horrible costumbre de querer llegar primero Héctor – respondía la otra voz, un poco más anciana que la voz anterior

- ¡Te pasas número diez! Sabes que acá y cuando estamos reunidos soy número 37

- Ya, ya – soltó una risa burlona la otra voz – igual no estamos adentro y no tenemos nuestras túnicas aún.

Me distrajo la voz de alguien que además tocó mi hombro

- ¿Puedes darme permiso compañero? – dijo esta voz, a la cual casi volteo a mirar, habría sido estúpido con lo cerca que estaba de mí y dejaría mi rostro a la vista, pero reaccione a tiempo

- Lo siento compañero – le respondí imitando una voz seria y gruesa.

Iba a decirme algo más, pero lo ignoré y entré a toda prisa.

El lugar estaba suficientemente oscuro para que, usando la túnica, los demás no pudieran reconocerme; pasé por un pasillo largo iluminado por antorchas hasta que sentí que iba bajando. Así por unos minutos hasta llegar a un lugar gigante lleno de personas, parecía un teatro en forma circular, a los lados podían verse algunos tipos, también con las túnicas, que parecían hacer de guardias, algunos decían que los nuevos buscar su respectiva butaca con su número, un poco de suerte para variar, ya sabía que tenía que buscar el numero 36… pero no sé qué estaba pensando ¿iba a quedarme con estos tipos a ver que hacían? Debo de estar loco, igual si no seguía el juego podría levantar sospechas.

Busqué la butaca 36, al buscarla pasé por la número 27, esta estaba vacía aún ¿habrá un nuevo número 27?

Al llegar había alguien sentado en la numero 38, justo al lado mío, y seguido a esta el pasillo que daba a la salida, estaría rodeado si llegase a pasar algo grave.

Mire a mi alrededor, ya se estaban ocupando casi todas las butacas, pero había muchos vacíos.

- Después de lo que pasó anoche la congregación ha disminuido – dijo el tipo sentado a mi lado, no podía verle bien el rostro, así que asimilé que el tampoco podía ver el mío – Maldito citadino, si lo tuviera aquí lo torturaría hasta que me ruegue que lo mate.

Este tipo estaba loco, además me dio un poco de risa que lo dijera sin saber que yo estaba sentado justo a su lado.

De repente se silenció el recinto dejando escuchar solamente el fuego de las antorchas que daban la poca iluminación del lugar. Un telón que estaba en el fondo se abrió dejando ver al anciano de hace rato, también tenía la misma túnica, pero esta era color vino tinto, además, pese a que todos usábamos las capuchas, este la tenía abajo, dejando ver su rostro.

Un hombre con capucha se le acercó y le entregó un micrófono y se apartó; El anciano limpio su garganta carraspeando un poco y dijo:

- Soy Cero – dijo con una voz tétrica, seca y gruesa; seguido a esto soltó una carcajada terrorífica como si hubiera salido de la peor de las pesadillas – Eso ya lo saben, pero usted no, De-tec-ti-ve.

Continuara...