Al ocaso noté que llegaban tres camionetas, de la primera camioneta
y de la tercera se bajaron ocho tipos con trajes negros, cuatro de cada camioneta;
de la segunda se bajaron dos tipos más y uno de ellos fue a abrir la puerta; de
esta se bajó un anciano con apariencia tétrica, parecía débil, pero daba pasos
firmes como si su apariencia fuera una mentira y realmente fuera un joven con
disfraz.
Me quedé mirando por un rato hasta que noté que el anciano
encajaba en la descripción que me había dado Howard ¿será ese Cero? En caso de
que lo fuera entonces no tenía tiempo que perder, teniendo en cuenta que Numero
Uno estaba muerto y que yo era culpable, ese anciano, tendría que escoger a un
nuevo número uno para evitar que su culto enfermizo se destruyera.
Mire la cantidad de munición en mi arma, coloqué el celular
en silencio y baje de forma precavida para no ser visto.
Iba de árbol en árbol para acercarme de manera sigilosa,
ninguno de los tipos que llegaron se quedaron afuera, incluso los que estaban
habían entrado también; ya esperaba encontrarme con un lugar repleto de fanáticos
como la noche pasada.
Al acercarme más noté que había un estante con varias túnicas,
eran demasiadas, lo que pensé es que vendría más gente ¿podría ponerme una de
estas y entrar como si nada pasara?
No tuve tiempo de pensar, ya que escuché otros vehículos
acercarse, tenía que actuar ahora o nunca. Tomé una de las túnicas y de
inmediato vi que tenían un numero en la parte interna “Los números con los
que se nombran”, pensé, o sea que ya estaban asignados, pero por suerte en
mis manos tenía una con el número 36, el tipo que mate la otra vez.
Me la puse y de inmediato llegaron tres carros y dos
camionetas, de las cuales se bajaron varias personas, no tuve tiempo de
identificarlas ya que no quería que vieran mi rostro y me reconocieran de la
noche pasada.
- ¡Mira! Te dije que veníamos tarde, ya hay uno de nosotros aquí
– dijo uno de los tipos con tono molesto
- Tú y tú horrible costumbre de querer llegar primero Héctor
– respondía la otra voz, un poco más anciana que la voz anterior
- ¡Te pasas número diez! Sabes que acá y cuando estamos
reunidos soy número 37
- Ya, ya – soltó una risa burlona la otra voz – igual no
estamos adentro y no tenemos nuestras túnicas aún.
Me distrajo la voz de alguien que además tocó mi hombro
- ¿Puedes darme permiso compañero? – dijo esta voz, a la
cual casi volteo a mirar, habría sido estúpido con lo cerca que estaba de mí y
dejaría mi rostro a la vista, pero reaccione a tiempo
- Lo siento compañero – le respondí imitando una voz seria y
gruesa.
Iba a decirme algo más, pero lo ignoré y entré a toda prisa.
El lugar estaba suficientemente oscuro para que, usando la
túnica, los demás no pudieran reconocerme; pasé por un pasillo largo iluminado
por antorchas hasta que sentí que iba bajando. Así por unos minutos hasta llegar
a un lugar gigante lleno de personas, parecía un teatro en forma circular, a
los lados podían verse algunos tipos, también con las túnicas, que parecían hacer
de guardias, algunos decían que los nuevos buscar su respectiva butaca con
su número, un poco de suerte para variar, ya sabía que tenía que buscar el
numero 36… pero no sé qué estaba pensando ¿iba a quedarme con estos tipos a ver
que hacían? Debo de estar loco, igual si no seguía el juego podría levantar
sospechas.
Busqué la butaca 36, al buscarla pasé por la número 27, esta
estaba vacía aún ¿habrá un nuevo número 27?
Al llegar había alguien sentado en la numero 38, justo al
lado mío, y seguido a esta el pasillo que daba a la salida, estaría rodeado si
llegase a pasar algo grave.
Mire a mi alrededor, ya se estaban ocupando casi todas las
butacas, pero había muchos vacíos.
- Después de lo que pasó anoche la congregación ha
disminuido – dijo el tipo sentado a mi lado, no podía verle bien el rostro, así
que asimilé que el tampoco podía ver el mío – Maldito citadino, si lo tuviera aquí
lo torturaría hasta que me ruegue que lo mate.
Este tipo estaba loco, además me dio un poco de risa que lo
dijera sin saber que yo estaba sentado justo a su lado.
De repente se silenció el recinto dejando escuchar solamente
el fuego de las antorchas que daban la poca iluminación del lugar. Un telón que
estaba en el fondo se abrió dejando ver al anciano de hace rato, también tenía
la misma túnica, pero esta era color vino tinto, además, pese a que todos usábamos
las capuchas, este la tenía abajo, dejando ver su rostro.
Un hombre con capucha se le acercó y le entregó un micrófono
y se apartó; El anciano limpio su garganta carraspeando un poco y dijo:
- Soy Cero – dijo con una voz tétrica, seca y gruesa;
seguido a esto soltó una carcajada terrorífica como si hubiera salido de la peor
de las pesadillas – Eso ya lo saben, pero usted no, De-tec-ti-ve.
Continuara...